01 Sep


En tiempos como el actual en los que nos enfrentamos a numerosos cambios importantes en la Arquitectura, la necesidad de mirar hacia el futuro vuelve a ser de suma importancia en esta era de la catástrofe que produce el calentamiento global.  Al mismo tiempo, enfrentamos desafíos tremendos y sumamente complicados en un contexto donde la tecnología ha superado nuestras expectativas, pero a la vez nos enfrentamos una situación política difícil en todo el mundo. Pero el mayor problema para los arquitectos  es la falta de una verdadera agencia política y cultural. Necesitamos examinar nuestras ecologías circundantes y discutir cómo podemos cambiar nuestras circunstancias actuales.

Sin embargo, hemos llegado a un momento difícil; lidiando con tremendos obstáculos y opiniones diversas en términos de la práctica y la disciplina y cómo hacer, que estrategias tomar para recuperar esta agencia política y cultural de la arquitectura. ¿Cómo puede un arquitecto ser una parte seria de la conversación política y poder compartir la mesa con legisladores y personas que cambian el juego en un mundo de economías globales empobrecidas y con las graves amenazas del cambio climático? ¿Cómo diseñar un mundo seguro?

Reinventando el Mundo

Todas estas múltiples complejidades  son difíciles de condensar en un solo criterio formal, se hace evidente que se necesita un conjunto de criterios más interrelacionales para desarrollar el futuro de la arquitectura a través de métodos colaborativos. Pero debemos enfatizar la importancia de comenzar generando una conversación con líderes políticos que estén interesados en una discusión inclusiva sobre estos temas que son del dominio de los arquitectos.

La arquitectura está en problemas. La situación económica mundial y sus problemas vinculados a la automatización, la pérdida de identidad cultural, la falta de agencia y el cambio climático han puesto patas arriba una profesión de vocación liberal y a veces glamorosa creando una relación compleja entre su conexión con la cultura y la tecnología. Los datos sobre la situación del empleo son preocupantes y los arquitectos saben que no tienen más remedio que reinventarse.

Sin embargo, la arquitectura tiene la capacidad de buscar nuevos perfiles profesionales y formas de organización. Uno de los problemas más serios es la creencia cultural de que solo los grandes proyectos neoliberales se consideran dignos de apreciación seria, por lo que "otros" proyectos como la rehabilitación de viviendas y barrios, la transformación tecnológica de la industria de la construcción, los estándares de sustentaibilidad de ahorro de energía, el papel del arquitecto como gestor del patrimonio de la empresa y el uso de sus espacios, y muchos otros no se consideran dignos de conversación. Pero sobre todo la necesidad de reorientar el despacho individual hacia un modelo de trabajo más abierto, multidisciplinario y colaborativo para aportar conocimientos más novedosos al servicios del cliente. Nuestra conversación ya no puede ser solo entre arquitectos o con nuestros clientes, sino con diferentes grupos de líderes comunitarios y legisladores.

Los arquitectos necesitan trabajar aún más en equipo. Comenzar de nuevo con nuevas ideas e incluso con un nuevo espíritu profesional sobretodo después de una profunda crítica de cómo ha funcionado la práctica en las últimas décadas. “¿Cómo buscar nuevos clientes? ¿Han desaparecido esos clientes? ¿Necesitamos trabajar con nuevos tipos de clientes como parte de un proyecto grupal? Estas son las primeras preguntas a las que debemos responder y darnos cuenta de que estas indagaciones sugieren un nuevo proceso constructivo, un paquete en el que el arquitecto ya no es solo el o la que hace el proyecto. El arquitecto también debe involucrarse como gerente de la obra, supervisión de tecnología, eliminando intermediarios, controlando costos y evitando comisionistas. La arquitectura sigue sufriendo el lastre que dejó la tradición moderna así como la resistencia de ciertos grupos dentro de la disciplina y la práctica para mantener vivo un proyecto fallido. Los arquitectos deben reflexionar  del problema sobre el alejamiento que ha producido la era de los grandes iconos de la arquitectura, pensar en un cambio de paradigma. Debemos lamentar que durante los últimos años el "mundo mediático" hayan asociado a la profesión con pocas figuras, y olvidando que siempre ha habido muchos grandes arquitectos al servicio de la sociedad, esta asociación con los grandes iconos distorsiona la percepción de la profesión.

Desde la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008, la concepción del mundo de la arquitectura ha cambiado. Si solía ser una profesión con altos niveles de empleabilidad y se esperaba fácilmente volver a las cifras de empleo anteriores a la crisis económica de 2008. La recuperación fue algo estable pero en el fondo seguia sujeta a convertirse en una de las profesiones con mayor desempleo y menor capacidad de recuperación y reintegración. Sin embargo, después de COVID 19, las cosas cambiarán drásticamente. Hasta hace unos meses la recuperación económica había revivido el mercado de la arquitectura y el ámbito académico  había demostardo la necesidad de escapar de los viejos patrones y reinventar al arquitecto, apuntando hacia la necesidad de replantear su formación no solo centrada en las cuestiones técnicas, sino que al final, el deber de apuntar a crear una nueva cultura arquitectónica.

El cambio tiene que empezar a nivel académico, por ejemplo: la maestría  está diseñada para que los estudiantes reciban una formación técnica y creativa que se dirige principalmente a formar parte de la práctica, no hay nada  malo en eso, sin embargo esta formación ignora al tipo de proposición especulativa sumamente necesaria. Debemos Incorporar diferentes talleres, “workshops” y seminarios, técnicos y creativos que discutan sobre la reinvención del mundo actual yendo desde la innovación cultural y estética hasta la administración discutiendo nuevas estrategias de emprendimiento empresarial diferentes a lo que ahora llamamos “práctica profesional” que se enfoca principalmente en los grandes proyectos que hemos identificado como el proyecto neoliberal, usando la definición económica y no la distorsión del término que es usado por el actual gobierno mexicano.

Varios artículos recientes discuten el futuro de la profesión que parece asentarse alrededor de dos estructuras: las organizadas como empresas de servicios, es decir, estudios de factibilidad a cierta escala,  ofreciendo una gama de servicios variados y una gran capacidad de trabajo en equipo interdisciplinario, y por otro lado, las pequeñas empresas que se perfilan a ser altamente especializadas o tratan de abarcar todos los proyectos posibles sin el equipo necesario. Estas dos estructuras se alejan cada vez más del arquitecto multifacético pero organizado. Por eso es importante reintegrar al arquitecto a todas las prácticas profesionales necesarias, que son un factor decisivo para el mercado laboral pero sobre todo para encontrar estrategias para recuperar la fuerza y agencia de la profesión. Si tuviéramos que definir en pocas palabras el trabajo y la trayectoria del nuevo arquitecto, definitivamente los definiríamos como “reinventores” culturales.

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