10 Oct

En la práctica actual del desarrollo urbano contemporáneo, ciertas nociones, términos e ideas clásicas o modernas y otras ya sean preconcebidas o inconscientes arraigadas tanto en el imaginario colectivo como en la sociedad en general van cediendo el paso a nociones posmodernas, y el caso de Naucalpan de Juárez en el Estado de México es representativo de ello. Una de ellas es la noción de “Centralidad”. En este sentido, el nuevo Plan de Desarrollo Urbano 2021 (que, a todas luces, tendrá una vida muy efímera) hace una observación muy acertada al respecto, enunciando que el municipio de Naucalpan carece de un área central legible que sea reconocida en el imaginario colectivo, ya que la centralidad actual, la cual se deriva de la aglomeración comercial y de servicios, muestra limitaciones para la integración social y está fragmentada, al menos, entre la zona industrial, el área comercial del mercado de San Bartolo y un par de zonas habitacionales aisladas. Si bien posee un centro administrativo definido en el Palacio Municipal y otras dependencias, éste se encuentra disperso y no es claro para personas que no están familiarizadas con el municipio. Otros puntos, como las Torres de Satélite y el fraccionamiento del mismo nombre, el pueblo de San Bartolo o el mismo Centro Comercial Plaza Satélite se encuentran más arraigados en el inconsciente colectivo de la sociedad foránea.

Éstos últimos dos casos son representativos ya que se encuentran sobre los llamados “Corredores Urbanos Terciarios” o “Corredores de Urbanos de Comercios y Servicios”, que se contraponen a la concepción de las centralidades y sus periferias derivadas (de donde provienen, entre otros, las ciudades satélites). Esta teoría urbana nos dice podemos encontrar en estas tipologías una serie de concentraciones de comercio al mayoreo y de servicios que se distribuyen a lo largo de las principales vialidades de tránsito a través de las cuales se desplaza el capital, a partir de los cuales se configuran y expanden las ciudades. El caso de Ciudad Satélite dio origen a su vez, con los casos del Periférico Norte y la vía Gustavo Baz Prada, a algunos de este tipo de corredores urbanos terciarios. Sin embargo, es importante señalar que hoy en día prevalecen elementos subyacentes de centralidad, como el mismo San Bartolo cuyo antecedente como punto de comercio al aire libre data desde el periodo de la Colonia como parte del sistema de intercambio comercial ancestral que conectaba con otros mercados como el de Tacubaya y el del Cuautitlán Izcalli, aunados a las peregrinaciones históricas a la Basílica de Nuestra Señora de los Remedios que también pasaban y pasan por ahí, fenómenos que hasta nuestros días persisten. Dentro del imaginario también encontramos el mito de la creación del municipio a partir de la fundación de fraccionamientos residenciales satélite que giraban en torno a una ciudad madre, con casos paralelos en otros municipios del Estado de México adyacentes al entonces Distrito Federal, como Cuautitlán Izcalli, Ciudad Nezahualcóyotl. Además, dentro de éstas formas pre-existentes tenemos el caso de comunidades antiguamente rurales como el pueblo de San Bartolo, Tepatlaxco, entre otras, que también datan de un periodo previo a la fundación de dichos conjuntos residenciales. Esto resulta interesante en el sentido que tenemos la contraposición de estos dos modelos de estructura y desarrollo urbano superpuestos dentro del mismo territorio. No se trata de un dualismo sino de la coexistencia de dos formas de desarrollo desiguales.

En contraste con los desarrollos residenciales emblemáticos como Ciudad Satélite, Echegaray y Lomas Verdes, tenemos amplios sectores populares de vivienda, comercio y servicios como resultado del proceso de desdoblamiento natural de la población a partir del periodo de industrialización del territorio, así como la caída del sector. Este fenómeno va de la mano con el tendido de vías férreas y la concentración de la industria en centro del país, política centralista que data incluso desde antes del periodo porfirista y fue un fenómeno que transformó la zona norte de la Ciudad de México como concentrador de la industria para de ahí desplazarse al resto del país. Posteriormente y derivado de varios procesos, entre los que podemos mencionar los problemas de suministro derivados de la topografía y posición geográfica, cambios tecnológicos mundiales en la producción (sistemas JUT y la Toyotización) y en el transporte como la introducción de vehículos tipo trailer, políticas y regulaciones ambientales como la aplicación de la denominada Ley del Equilibrio Ecológico, y con ello, la expulsión de empresas presumiblemente contaminantes que emigraron a otros estados como Querétaro, trajeron consigo este efecto de segregación en combinación con estos grandes procesos económicos.

A partir de la primera la mitad del siglo XIX de la era cristiana tres acontecimientos de trascendencia histórica transformaron el paisaje del municipio de Naucalpan de Juárez: el primero fue el proceso de industrialización derivado del modelo de industrialización que tuvo lugar de 1930 a 1950; la segunda derivada del proyecto keynesiano y sustitución de importaciones de 1960 – 1970; y la última etapa que abarca desde 1980 hasta la actualidad, conformado por el periodo neoliberal y de globalización imperialista (ver Pradilla, 2009). Durante estos periodos, la población del municipio pasó de poco menos de 100,000 habitantes en 1960, a casi 400,000 en 1970 y más de 700,000 en 1980. Hacia el año 2000, alcanza un máximo de 858,711, mismo que marca el inicio de su periodo de declive, expulsando población económicamente activa hacia las periferias en busca de suelo accesible, con una población envejecida en el caso de las áreas residenciales y donde el crecimiento demográfico se concentra en las zonas populares e irregulares del municipio. Durante el mismo periodo también tuvieron lugar dramáticos eventos a nivel global: la población mundial pasó de 3 mil millones de personas en 1960 a 6 mil millones en 2000, la caída del bloque soviético y la apertura de los mercados asiáticos trajeron consigo una oferta de mano de obra sin precedentes que transformaron dramáticamente las industrias, destruyéndolas en varios contextos y trasladándolos en otras, aumentando así el desarrollo desigual en vastas regiones del planeta. También es importante señalar que la caída de la industria nacional no puede atribuírsele exclusivamente al efecto neoliberal, sino también a la mala administración estatal, que fue el órgano rector de la misma durante un breve periodo de tiempo derivado de la inactividad y falta de iniciativa en el sector por parte de los grandes propietarios de tierra del país, más proclives a vivir de las rentas y de la especulación del territorio que a generar industrias productivas o innovadoras, caso que hasta la actualidad se encuentra vigente. Es derivado de dicho fenómeno que, por ejemplo, la zona industrial de Naucalpan ha entrado dentro de esta lógica de especulación inmobiliaria para el desarrollo de viviendas, oficinas y servicios a partir del declive de la misma.

Para las ciudades latinoamericanas, la aplicación del proyecto neoliberal ha traído consigo la expansión y proliferación tanto en intensidad como en escala de las áreas urbanas hiper-degradadas que describe Mike Davis en su libro Planet of Slums, y el caso de América Latina no es diferente. El proyecto neoliberal no ha cumplido sus promesas de crecimiento económico sostenido y mejoramiento de la situación al mismo tiempo que las ciudades lationoamericanas se encuentran profundamente imbricadas en el proceso de acumulación de capital mundial en situación de dependencia y subordinación.  Como respuesta (o en búsqueda de respuestas) a dicha situación, numerosos términos y conceptos han poblado la literatura de investigadores, agentes políticos, autoridades y profesionistas que los aplican sin crítica ni adaptación de nuestras realidades. Conceptos como Ciudad Moderna, Nova Ciudad, Derecho a la Ciudad, Crear Ciudad, sustentabilidad, resiliencia, clusters, ciudad global, entre otros, forman parte del vocabulario cotidiano tanto de demandas ciudadanas como de proyectos y supuestas soluciones a los problemas ya conocidos de escasez de agua, impactos ambientales, desarrollo económico, inseguridad, exclusión y la segregación espacial. El diagnóstico municipal más reciente arroja diferentes problemáticas alarmantes y que son condiciones generales en nuestras ciudades hasta cierto punto. 

Primero, las condiciones de los servicios básicos, equipamientos y espacios públicos presentan carencias considerables, por lo que se requieren acciones para su mejora, y las colonias que presentan mayor problemática guardan características similares entre sí, como su origen irregular, la falta de planeación y la precariedad de la infraestructura, muchas veces introducida por la misma ciudadanía. Nos encontramos inmersos en un ciclo vicioso, en el que, por un lado, los desarrolladores socializan los impactos derivados de los incrementos de uso del suelo, mientras que maximizan las ganancias derivadas del mismo, y que la sociedad civil no está dispuesta a absorberlos, pero tampoco a hacerse responsable de otras problemáticas de las que forma parte y promueve, aunque sea de forma inconsciente.

Como ejemplo, tenemos que el crecimiento en esencia tiene lugar dentro de las zonas irregulares, mientras que parte población en zonas residenciales experimentan un proceso de envejecimiento y de expulsión de población joven hacia las periferias del municipio (fenómeno que experimentan la mayoría de las ciudades mexicana en esto momento). Dicha población envejecida a su vez rechaza nuevos desarrollos, cambios de uso de suelo, compatibilidades de uso, y demanda a su vez mayor infraestructura, sobre todo vial, y la rehabilitación de la existente pero tampoco está dispuesta a permitir nuevas vialidades por sus fraccionamientos (es importante señalar que esta lógica tiende a generar más saturación del sistema vial y mayor uso de automóviles privados a mediano y largo plazo). También reclaman una mayor dotación de agua para su uso exclusivo y exigen pagar menores impuestos por concepto de predial y agua en un país donde este tipo de impuestos son relativamente bajos comparados con la OCDE. Los sectores en aumento, que son los de adultos mayores, pueden recibir descuentos de hasta 70% del pago de los mismos, lo que impacta en el presupuesto para el desarrollo de este tipo de infraestructura. El estrés hídrico en la Zona del Valle de México es un fenómeno generalizado, que engloba no solo a Naucalpan, sino también a todas la municipalidades inmersas en la misma, entre ellas  Atizapán de Zaragoza, Huixquilucan, Cuautitlán Izcalli, entre otras, que a diferencia de Naucalpan si han experimentado un crecimiento, que va del 6 hasta más del 17% en los últimos diez años (Naucalpan creció menos del .1%, y sigue sin recuperar la población que tenía en el año 2000), de modo que Naucalpan ha sido el único municipio que no ha aprovechado dicho crecimiento, a pesar de que todos los municipios obtienen su agua a través del mismo sistema. Es importante mencionar que revertir esta situación implica, en el fondo, el cambio progresivo de este modelo centralista hacia otro sistema de urbanización a otras regiones del país que cuenten con mayores recursos hídricos, como lo podrían ser Veracruz o Tabasco, cuyos costos nadie está dispuesto a asumir hasta el momento, mientras que la sociedad en general sigue disfrutando de los beneficios de la concentración urbana.  

En el ámbito de tenencia de la tierra, existen grupos que también reclaman la regularización de más de 50 mil familias aún no tienen certeza jurídica de sus bienes. También es importante señalar que, por lo general, las acciones que regularizan la informalidad tienden a estimular e incrementar este fenómeno. Además, las zonas más propensas de este tipo de invasiones son además concentradoras de tiraderos irregulares a cielo abierto de basura y cascajo provenientes de otros municipios y de la CDMX. Ambas problemáticas no cuentan con un claro sistema de vigilancia por parte de las autoridades actualmente ni en el futuro. 

En el ámbito de las finanzas, contrastan niveles de endeudamiento público y privado de los últimos gobiernos municipales de Naucalpan, donde las más reciente, la de la propia y actual presidente municipal, Angélica Moya Marín expresa: “La deuda que realmente que dejó Patricia Durán en Naucalpan es de más de 3 mil 174 millones de pesos, que equivaldrían al 70 por ciento del presupuesto del municipio”. Para poner esto dentro de contexto, durante la crisis de impago del gobierno mexicano durante la década de los 70, se hablaba de una deuda del orden del 90% del PIB.

Sin prospectos concretos de crecimiento en cualquier sentido, es difícil revertir estas tendencias y mejorar la infraestructura y el equipamiento, así como el sistema en general antes referido, haciendo a un lado las buenas intenciones y el vocabulario políticamente correcto con el que las distintas fracciones que han colonizado el medio, no solo del discurso político, sino también de las asociaciones civiles, iniciativa privada, periodistas, académicos, profesionales, que hasta el momento no hemos podido ofrecer una propuesta sólida en este sentido.  Es así como nos encontramos frente a este panorama (o drama) del desarrollo urbano posmoderno: que ha llevado a grados absurdos el proyecto moderno, lleno de formas y perspectivas estrelladas y fragmentadas; que no acepta definiciones, donde todas las demandas y todas las “soluciones” y respuestas quieren abarcar la universalidad, totalidad, pluralidad, las diferencias, sin nunca definir realmente conceptos y atenerse a lo que en realidad implican; todas las demandas son válidas, todas las propuestas tienen el mismo valor, todos los grupos tienen el mismo reconocimiento y peso; y, finalmente, donde la idea de desarrollo ya no es avanzar, sino por lo menos no retroceder.

Referencias 

Pradilla, 2009, Los territorios del neoliberalismo en América Latina Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México D.F., México. cap. VIII.  

Harvey, 2007, Breve historia del neoliberalismo, Akal Editores, España, cap. VI.


Acerca del Autor

Arturo Tovar Goris,

Maestro en Urbanismo por la UNAM, se especializa en desarrollo y diseño urbano y de proyectos, cursa actualmente estudios de doctorado en Ciencias y Artes del Diseño en la UAM, con un enfoque en Planeación y Desarrollo Territorial. Asimismo, es Arquitecto por el Tec de Monterrey.

Ha trabajado en la iniciativa privada en varias firmas dedicadas a la construcción y en el sector público se ha desempeñado como jefe de departamento del área de licencias de construcción y anuncios para el Ayuntamiento de Naucalpan de Juárez, donde también desempeño como Coordinador General de Planeación, asesor técnico y perito en materia de desarrollo urbano y urbanismo.   

Su trabajo de investigación ha sido publicado a nivel nacional e internacional. Actualmente, pertenece a la Asociación Mexicana de Urbanistas y al Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México y es miembro de la AA Visiting School. Ha sido profesor en la Maestría en Urbanismo y de la carrera de Arquitectura de la UNAM, y actualmente colabora en el proyecto de investigación multidisciplinar Rehabilitación de la Cuenca del Río Pánuco, estando a cargo del área de Arquitectura y Urbanismo. Ha colaborado, en conjunto con la Universidad de Lund, en proyectos de producción de vivienda social en Filipinas. También ha colaborado en la oficina de arquitectura de renombre JSA (Javier Sánchez), particularmente en el área de proyectos.

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