28 May

     Era un sábado de agosto, cerca de las diez de la mañana. César seguía dormido, llevaba más de doce horas postrado. Un ruido lo despertó, no supo con certeza si alguien había tocado la puerta o algo había golpeado el suelo. Volteó a ver la hora del reloj despertador, rápidamente se paró. Notó que ya era tarde y se apresuró para salir. Una vez más se le había hecho tarde. 

     Encendió el interruptor y la atmósfera del cuarto se tornó amarillenta. A penas iniciaba a calentar el sol en el exterior, sin embargo, ahí dentro se reflejaba un ambiente parecido a una noche joven. 

     Al estar listo, César abrió la puerta metálica que conectaba directamente al pasillo. Ahí la luz natural llegaba desde el acceso principal, a doce metros a la izquierda de su habitación. Giró media vuelta a la derecha, rumbo a la cocina. Caminó dejando atrás su cuarto y otros dos más, los de sus hermanos. La luz fue perdiéndose conforme avanzaba y fue casi nula hasta llegar a la cocina, donde se encontraba su madre cocinando, quien pidió a su hijo que comiera algo antes de marcharse. 

     La cocina, un gran espacio que estaba lleno de lámparas fluorescentes por los cuatro lados que la conformaban. Logrando casi una iluminación de día, dentro de aquella casa en penumbra. -Mira, César, te he preparado lo que te gusta. Ándale come. -Gracias, madre -se notó molesto. -¿Pasa algo, hijo? 

     -No.

     Realmente César no tenía nada, sólo era el malestar, consecuencia por haberse despertado tarde, y por no saber cuándo amanecía debido a la falta de iluminación en su habitación. 

     -Es que en ese cuarto no sabes si vives de día o de noche -al fin dijo. 

     -Es toda la casa, hijo. Cuando tu padre la construyó, la hizo en compañía de tu tío Rodrigo, quien era albañil, pero ninguno tenía idea de cómo realizarla -justificó Dolores. 

     Eso explicaba la distribución de la morada. La puerta principal se comunicaba con un pasillo, el cual se prolongaba a todo lo largo del terreno hasta llegar a la cocina-comedor. Paralelo a la circulación, se ubicaban los cuartos de manera secuencial, uno fungía como sala, la cual se usaba poco. Luego una recámara que era la de su madre, después la de César y posterior, dos para sus hermanitos. El baño estaba sólo antes de la cocina-comedor y frente a él, un pequeño domo lleno de piezas pesadas para que no se volara con el aire. 

     La situación de poca luz ponía sin duda de mal humor a cualquiera e inconscientemente todos los habitantes eran afectados en sus sentidos, además de ser necesaria la ventilación para respirar de manera sana. Y no se diga al final de mes, la cuota de pago por el recibo de electricidad ponía en aprietos a Doña Dolores. Pues con su sueldo trabajando en una dependencia de gobierno, tenía que limitar sus gastos. Contaba con diez años viuda y tenía que apañárselas para sacar a flote la familia. La pensión que su esposo había dejado era destinada para los estudios de César. Así que de los mellizos María y Rosendo de ocho años, ella se encargaría directamente de sus gastos. 

     César ya estaba a punto de salir de la preparatoria y como la mayoría de los estudiantes, era la etapa de elegir carrera y tenía dudas aún. Su madre hubiera preferido que terminara el último semestre y buscara un empleo para ayudar la casa.     -Bueno, madre, el almuerzo ha estado muy bueno. Me baño rápidamente y voy a casa de Manuel para hacer un trabajo. -Está bien, hijo. No tardes tanto para que me ayudes con tus hermanos. -Ya veré, mamá. Intentaré.

     César se dio prisa para partir a casa de Manuel. Después de ducharse, recorrió presuroso el pasillo. Nuevamente un impulso de rabia lo invadió, no solamente la luz era lo que faltaba, notó antes de entrar, un olor penetrante a humedad, y pensó que era urgente ventilar. Finalmente entró y soportó unas fuertes nauseas.  Tan rápido como pudo, se vistió, se preparó y partió. 

     Al salir a la calle, el sol pegó fuerte en su cara, se encandiló como casi todos los días cuando salía por la mañana. Ahí estaba su moto, se acercó a ella con una mano sobre los ojos protegiéndose de los rayos solares. La revisó, la colocó en posición y vio que todo estuviera en orden, tenía que hacerlo, no contaba con cochera y de vez en cuando, alguien le robaba alguna pieza.  Después de treinta minutos llegó a casa de Manuel. 

     Manuel vivía en zona residencial, a diferencia de César que habitaba en un barrio popular. Se notaba el gran cambio de comodidades. Razón por la cual le gustaba hacer los trabajos en casa de su amigo a quien no le disgustaba ser el anfitrión, pues sus padres con frecuencia se ausentaban y esas visitas le causaban alegría.

     Al bajarse de la moto, César notó en el jardín a la madre de su amigo que hermosa como siempre, se encontraba regando las plantas. 

     -Señora, buen día. ¿Dónde andará Manuel? -gritó desde afuera de la reja. 

     -Hijo, César. No sabía que vendrías. Pásate, grítale, de algún lado saldrá -sonrió. 

     -Con permiso, señora. Gracias -entró a esa hermosa casa. 

     Pasando el jardín, ingresó al vestíbulo y luego a la sala, sabía que ahí se encontraría su amigo. Siempre estaba viendo televisión. 

     -Manuel, aquí estás. Ya pasa de medio día y tú aún con pijama -remató con un pequeño golpe en la nuca. 

     -César, me llamó Alberto que no asistiría y di por hecho que te avisaría. 

     -Pues no -ratificó-. No, no me avisó. 

     -Bueno, ya que estás aquí, deja me visto. Espérame aquí, muévele a la televisión. 

     Mientras Manuel se alejaba, César se sentó en un cómodo sofá de color gris. No hizo caso a la televisión, giró su vista por toda la sala. Apoyó sus pies sobre la acolchonada alfombra azul grisácea y se recostó en el respaldo del sillón, volteando a lo alto del plafón lejano en la doble altura. Espectacular -pensó. 

     La pureza del espacio y su amplitud, le provocaban un trance de tranquilidad. En el muro que se ubicaba al sur, dentro de la doble altura, se encontraba un ventanal en lo alto, por el que sólo podía verse el cielo. Se quedó viendo fijamente el vano y de pronto, apareció una delicada línea de luz discurriendo por el muro perpendicular a la ventana, hasta llegar al piso. Si tan sólo un rayo fino entrara por su habitación -pensó. La casa de Manuel era un deleite por el hermoso juego de luces diurnas, por todos los espacios había iluminación. Lo contrario a la casa de César. 

     -Listo, vamos al despacho, ahí avanzaremos el trabajo nosotros -dijo Manuel al regresar. 

     César lo siguió y la luz lo seguía cautivando. Esa era una de las razones por las que visitaba a su amigo con frecuencia. Comparaba el estado de ánimo que gozaba por su presencia en esa casa, contra el estado deprimente que causaba la propia. 

     -¿Qué tienes? ¿Por qué tan callado? 

     -Nada, todo bien -suspiró. 

     El despacho del padre de Manuel era increíblemente grande, los libros predominaban y se notaba el buen gusto. Aunque su profesión era académica en letras, había gran cantidad de muestras artísticas. 

-¿Puedo tomar algún libro? -preguntó César. 

     -Claro, los que quieras, sólo vuélvelo a colocar donde mismo, que mi padre tiene memoria fotográfica -dijo en tono de broma. 

     Estuvo un buen rato observando los tomos, sacando y hojeando uno a uno. Dejándolos siempre en su lugar.

-Oye, César -lo interrumpió Manuel-. La semana entrante tenemos la evaluación para elegir la rama de la profesión a estudiar, ¿has pensado algo? 

     -No, estoy más confundido que nunca. No sé qué quiero estudiar. Y tú ¿ya decidiste? 

     -Sí, ya. Seré abogado como mis tíos, así tendré trabajo cuando termine la carrera -dijo gracioso. 

     -Y de alguna escuela, ¿has pensado? -No, de eso ya me preocuparé luego.

     César continuó viendo los libros. Si el elegir carrera ya era un conflicto, el elegir escuela ni se diga. Lo más seguro era optar por una escuela pública. Su madre con mucho esfuerzo pudo mantener a flote la preparatoria en la que se encontraba, así que, de particular, ni pensarlo. 

     Ya listo el escritorio para trabajar, Manuel pidió a César acercarse para iniciar. No duraron mucho tiempo, era algo sencillo. Más bien era el pretexto de uno por salir de su casa y del otro por tener compañía. De pronto la puerta sonó. -Chicos, ¿comen aquí? -preguntó la madre de Manuel. 

     -Sí, mamá. César ¿te quedas? 

     -No creo, Gracias, señora. ¡Qué amable! 

     -Es una pena, nos hubiera encantado. Piénsatelo. 

     Una vez que recogieron el escritorio, Manuel salió del despacho. César permaneció sentado y notó que en el extremo de la cubierta había un libro llamativo, se levantó y se sentó en la silla donde su amigo había estado. Jaló el libro hacia él y leyó “Tadao Ando”, le causó mucha curiosidad el nombre. Levantó la cubierta y dio vuelta a las páginas. La luz natural era protagonista en todas las obras que veía. No tenía ni idea de quién fuera ese personaje, pero ya lo admiraba desde ese momento. 

     Manuel no llegaba, acto que César agradecía, no quería ser interrumpido. Comenzó a hojear más de prisa para no dejarlo a medias. Al terminar, se levantó y lo dejó en el mismo sitio y se dirigió a otro mueble que tenía más libros. Antes de tomar otro, su amigo llegó. 

     -Perdón, por dejarte solo. 

     -No te preocupes, estoy entretenido. 

     -Si quieres vamos a la sala. 

     En ese instante, sonó el móvil de Manuel, era Azucena, su novia. 

     -¿Me esperas? 

     -Claro, aquí te espero, habla tranquilo. 

     Manuel salió para hablar en privado y César lo agradeció. Se dirigió nuevamente al mueble de libros y sobre él encontró uno de Louis Kahn. 

     -Qué nombres más raros de estos arquitectos. 

     Volvió a maravillarse, incrédulo por ver tantas cosas que pueden crearse. De repente escuchó que la puerta se abría, pero no hizo caso. 

     -Es increíble, estos libros son magníficos. 

     -Sí, totalmente de acuerdo -respondió una voz grave. -

     Perdón, señor. Sólo estaba viendo… 

     -Tranquilo. Veo que te han gustado los ejemplares. 

     -La verdad me gustan mucho, espero no le moleste. 

     -Para nada, por lo menos a alguien le interesan, en esta casa nadie los ve. Por lo que veo ¿quieres ser arquitecto? 

     -No, señor. 

     -Ya sabrás, esas cosas suceden. 

     -Y ¿Cómo has estado, César? 

     -Bien, problemas de escuela, ya sabe. 

     -Muy bien, mira ayúdame a sacar estos libros, si lo que has visto te gustó, estos te encantarán. Llenaron la cubierta del escritorio con nuevos libros. Se sentaron y el hombre le explicó uno a uno. 

     -Este libro es por demás, hermoso. Se demuestra cómo con la luz se puede causar emociones -le dijo mostrando un libro de Barragán.

     En ese instante llegó Manuel y se percató que estaban ocupados y sigiloso dijo a César que ya había terminado de hablar. 

     -Papá, creí que llegarías más tarde -se acercó dándole un abrazo. 

     -Decidí llegar antes, así comemos juntos, hijo. 

     Razón más oportuna para que César se fuera a casa y dejarlos en familia. 

     -Señor, gracias por mostrarme sus libros, ha sido gran experiencia. 

     -De nada, César. Vuelve cuando quieras. Ven, acércate, llévate estos, pero sin falta me los mandas con Manuel. 

     -No, como cree… 

     -No quiero negativas -le sonrió. 

     -Increíble, gracias. Se los regresaré. 

     Juntó los libros y rápidamente los guardó en su mochila. Eran ejemplares de Barragán, Moneo, Turrell, Campo Baeza, Portela y Siza. Los acomodó y se despidió. Sentía que llevaba un tesoro consigo. 

     No tardó en llegar a su casa. Saludó a sus hermanos, dio un beso a su madre y se encerró en la habitación. Sintió ironía de encontrarse en un cuarto oscuro con una luz deprimente estudiando a grandes maestros de la luz. 

     A penas probó bocado durante la tarde y hasta el anochecer terminó de ver algunos libros. Su vida había cambiado. Tenía otro panorama en su mente y su rumbo indefinido, había tomado forma. Fue hasta el cuarto de su madre y se presentó decidido. 

     -Madre, creí que estaba dormida. 

     -No, hijo, dime. 

     -Quiero ser arquitecto. La importancia de luz es sin duda, fundamental para la arquitectura. Es un elemento que debe ser obligatorio por el bien de las emociones.

     La importancia de luz es sin duda, fundamental para la arquitectura. Es un elemento que debe ser obligatorio por el bien de las emociones.

Enrique Rico Campos 

Irapuato, Gto. Mx 20 de abril de 2023

Acerca del Autor:


Enrique Rico Campos.

Abasolense (1981 Guanajuato, México). Cursó estudios básicos en su ciudad natal. En su formación profesional optó por la Facultad de Arquitectura en la Universidad de Guanajuato y, finalizó sus estudios en la Universidad Politécnica de Valencia, España, mientras trabajaba ya, como delineante en un reconocido despacho de ingeniería. 

Admirador de la arquitectura emocional, en su retorno a México, obtuvo una estancia académica en la Casa Museo Luis Barragán, su otra alma mater, bajo la tutela de su directora Catalina Corcuera, Casa declarada Patrimonio de la humanidad por la UNESCO, en donde inició como conferencista y guía de personalidades distinguidas, convirtiéndose poco a poco en especialista de la obra de Luis Barragán mientras se sorprendía con la obra de  Goeritz, Chucho Reyes y Ricardo Legorreta, cuyos conceptos arquitectónicos marcaron sus intereses y creaciones futuras. 

En su regreso a Europa se integró al trabajo ya como profesional en “Mediterráneo Ingenieros”, en la Ciudad de Valencia, España.  Decidió emprender investigaciones sobre arte, viajando por Inglaterra, Alemania, Polonia, Austria, Italia, Francia, República Checa y Portugal. Posteriormente realizó estudios formales de cultura y arquitectura afrancesada en la ciudad más francesa de América, Quebec, Canadá. 

Nuevamente en México, bajo el mando del arquitecto Manuel López Poo en Ciudad Juárez, Chihuahua, proyectó bocetos junto a este gran planificador arquitectónico, quien fuera su maestro. En una siguiente etapa, se alejó de los análisis formales para integrarse a un despacho de supervisión, lo que le permitió conocer a fondo la construcción, desde la comprensión de los terrenos naturales hasta el último detalle de la obra final. 

En el año 2017, a los 36 años, fundó y actualmente dirige su propio despacho con inspiración en la arquitectura regional y vernácula y desde luego en el arte contemporáneo.  Desde entonces, retomó los viajes de investigación arquitectónica por Cuba, Costa Rica y México. Impartiendo actualmente conferencias en el país y el extranjero.

Define su estilo arquitectónico como minimalista emocional. En cada proyecto hay una búsqueda de confort para interactuar con los sentidos de cada usuario, realzando la luz natural, texturas, color y acústica de los espacios. 

Es autor de cuatro libros; YA VIVIDO, BATALLAS DE LA NOCHE, HECHIZO MEDITERRANEO y OYAMEL. 

Actualmente, su obra se concentra en vivienda unifamiliar, edificios de uso mixto y recintos y pabellones multiusos. Su obra se desarrolla en México con algunos proyectos en Argentina.  

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